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sábado, 23 de abril de 2011

LA MARCA QUE NOS DEJÓ LA GUERRA DE SUCESIÓN.


LA MARCA QUE NOS DEJÓ LA GUERRA DE SUCESIÓN.
Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.
Un historiador francés de comienzos del siglo XIX dijo:
“Carlos V había sido general y rey; Felipe II no fue más que rey; Felipe III y Felipe IV no habían sido ni reyes; Carlos II no fue ni hombre”
Pues el último monarca español de los Austrias fue fruto de una unión incestuosa entre Felipe IV de 44 años con su sobrina Mariana de 14 años y nos salió enfermizo, retrasado mental y estéril, aunque no impotente.
En principio el reino estuvo en manos de su madre Mariana de Austria siempre asesorada por su confesor el jesuita Juan Everardo Nithard con el antídoto del hijo bastardo de su marido, don Juan José de Austria que había ganado prestigio militar en las campañas de Nápoles y Cataluña donde capitalizó la rendición de Barcelona tras 12 años de independencia de Cataluña.
D. Juan José fue excluido de la Junta de Gobierno y ello motivó la declaración de una guerra abierta con la mujer de su padre y contra  Nithard hasta que logró la destitución de éste que la regente sustituyó por Fernando de Valenzuela (el paje que llegó a ser Grande de España) quien reconstruyó la plaza Mayor de Madrid, tras el incendio, construyó dos puentes sobre el río Manzanares y añadió el Alcázar al Palacio Real.
Cuando entra triunfalmente en Madrid, la regente fue enviada a vivir al Alcázar de Toledo y D. Juan mandó durante dos años, en los que demostró olfato mediático e interés por la cultura, hasta ser derrocado por los jesuitas bajo la batuta  Juan Cortés Osorio.
D. Juan José de Austria logró que en 1674 los mercaderes catalanes bajo la figura de Narcís Feliu de la Peña afirmaran tajantemente:
“España es todo lo comprehendido de los montes Pyrineos a los Oceanos…” si bien antes, en 1659 mediante la Paz de los Pirineos, España tuvo que ceder a Francia el Rosellón, la Cerdeña y el Artois que formaban parte de Cataluña.
Y al no tener descendencia a pesar de intentarlo con María Luisa de Orleans primero y luego con Mariana de Neoburgo perteneciente a una familia famosa por la fecundidad de sus mujeres, España hubo de pasar por la Guerra de Sucesión a la Corona de España, para suceder a Carlos II e instaurar finalmente la casa de Borbón en España. Guerra que duró 12 años
Carlos II murió sin descendencia, y por ese motivo la disputa por el trono contó con los candidatos siguientes: Luis XIV de Francia y el emperador Leopoldo I, pues ambos alegaban sus derechos al estar casados con hijas de Felipe IV y ser nietos, por parte materna, de Felipe III.
El verdadero heredero era el hijo de Luis XIV y de María Teresa de Austria que también era heredero del reino de Francia. Estas circunstancias suponían un enorme peligro para Inglaterra y Hungría al unirse el de Francia y España y constituir un enorme y poderoso reino.
El otro candidato era Leopoldo I primo hermano de Carlos II, que de haber sido nombrado sucesor también representaba un peligro, en este caso para Francia, al crearse un estado poderoso semejante al que poseyó Carlos I de España.
 Tanto Luis XIV como Leopoldo I cedían sus derechos de herencia en los miembros más jóvenes de su familia. Luis, en Felipe de Anjou y Leopoldo en su hijo menor el Archiduque Carlos.
El tercer candidato era el Elector de Baviera, José Fernando que fue la opción por la que optaron tanto Inglaterra como Holanda. Opción que también fue aceptada por Francia condicionándola al Primer Tratado de Partición de reparto de territorios pertenecientes al reino de España, y así acabar con la Guerra de los Nueve Años que mantenía con Inglaterra.
Pero en 1699 murió José Fernando prematuramente y rompió todo lo previsto. Nuevo Tratado de Partición, el Segundo, por el que se nombraba rey de España al Archiduque Carlos y para Francia, todos los territorios españoles de España. Acuerdo entre Inglaterra, Holanda y Francia pero no de Austria que reclamaba para sí todos los territorios de España.
Un mes antes de su muerte Carlos II testó a favor de Felipe de Anjou con una cláusula por la que tenia que renunciar a la sucesión de Francia.
El 12 de noviembre de 1700, Luis XIV hizo pública la aceptación de la herencia en una carta destinada a la reina viuda de Carlos II, y pocos días después presentó a su nieto ante la Cámara con estas palabras:
¡Señores, aquí tenéis al rey de España!
Reinó como Felipe V.
El refinamiento de la Corte francesa contrastaba con las rudas formas de los cortesanos españoles que acababan de salir de una guerra, la de la Sucesión, mediante la Paz de Utrecht.
Los nobles franceses cultivaban la cultura, la música y el arte, mientras los españoles se dedicaban a alancear toros que era un espectáculo cruento. Embobados por el boato de la corte francesa, los nuestros, fueron abandonando el noble ejercicio del toreo ecuestre para entrar en las nuevas exigencias sociales.
Agonizaba la Fiesta de los Toros en la Corte de Felipe V porque según Nicolás Fernández de Moratín:
“Cómo el señor Felipe V no gustó de estas funciones, lo fue olvidando la nobleza; pero no faltando la afición de los españoles, se dio la plebe a ejercitar su valor matando los toros a pie, cuerpo a cuerpo, con la espada, lo cual no es menor atrevimiento y sin disputa es la hazaña de este siglo!
Francia nos había ganado la partida política en varias ocasiones como hemos tenido oportunidad de ver en la lectura de lo que antecede. Y ahora nos la ha vuelto a ganar en algo tan nuestro como es la Corrida de Toros. ¡Nos la ha ganado en lo Taurino!, cuando el Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas hace una propuesta al respecto, el Ministerio de Cultura, lo analiza y seguidamente el Gobierno francés declara a las corridas de toros PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL.
¡Y eso que las corridas solamente se desarrollan en las cuatro regiones de la zona Sur de Francia: Aquitania, Medios Pirineos, Langedoc-Roussillón y Provenza Alpes Costa Azul, que prácticamente son los territorios desgajados de Cataluña.
Francia que, a pesar de comenzar a celebrar fiestas de toros en el siglo XIX, es, ahora, pionera en reconocer las corridas de toros como Patrimonio Cultural inmaterial al constituir estos espectáculos un “aspecto significativo de la historia al estar presente en la zona sur de Europa y en América latina”
Para los galos, la Tauromaquia:
“Es un espectáculo vivo basado en el instinto ofensivo del toro que es un animal criado en libertad en ecosistemas que favorecen la perservación de la fauna y flora salvaje al tiempo que contribuye a mantener tradicciones y conocimientos en torno al campo, la cría de animales y ejercer una atracción para el turismo”
Como vemos una forma clara, precisa y concreta de resumir lo que una Fiesta es para un país. País entero en todo que, no como España, hecha mil pedazos y sin pegamento a la vista para recomponerla.
Ahora, cuando empiecen sus ferias taurinas en las plazas próximas a la frontera española, ¡las revalorizará! al comenzar el éxodo de los aficionados catalanes como lo hicieron cuando la proyección de “El último tango en París” al haberlos privado su comunidad autonómica del arte de los toros en un infraganti delito contra la libertad y el respeto.
La bandera de la fiesta más nacional ha cambiado los colores rojo y gualda por el tricolor de la bandera de Francia.
¿Aprenderemos la lección, algún día?